Por relaciones más sanas, adiós al drama

por Lyhelis
0 comentario

E

n mis primeros años, según describe mi Abue, era una niña muy tierna y sociable, a la que sentaban en una mini mecedora en el porche para decir: “ayó” (adiós) a quien pasara frente a la casa, levantando su manito y moviéndola de arriba abajo con gesto de cariño. Sin embargo, y aunque Usted no lo crea, al entrar al colegio, Lyhelis se convirtió en una niña introvertida, que era muy grande para la edad que tenía, que sufría de bullying por sus alergias en la piel y a la que sus compañeritos apodaban de muchas formas nada agradables. Ya desde ahí, puedo confesarles, que el tema de las relaciones no eran del todo maravilloso. A eso, hay que sumarle, que como la mayor de 3 hermanas mujeres, siempre hubo más presión familiar, porque era yo quien debía “dar el ejemplo”.

Ya en la etapa de joven adulta, tuve la oportunidad de vivir relaciones más serias, en diversos departamentos de la vida: laboral, académico, de pareja, en familia y en otros espacios extra curriculares, y realmente tuve que reinventarme, lo que vino a ampliar mi experiencia de vida. Y es que cada ser humano que conocés tiene algo que aportar, una experiencia, una sonrisa, una opinión, al fin y al cabo, te guste o no, vos elegirás cuanto dura esa relación. ¡Oh sí!, eso también lo entendí en el camino, es uno(a) quien le otorga un espacio a esa otra persona, por ende, es uno quien también selecciona con quien desea compartir.

Y he aquí, cuando las relaciones comienzan a tener valor consciente para uno. Es decir, si yo te dejo entrar y te doy muestras de interés (sin importar el contexto), empiezo a ponerte atención, a construir confianza, a comunicarme con complicidad. Es ahí dónde usualmente, empezamos a jugar roles, el de la amiga “incondicional”,  el de la hija “perfecta”, el de la pareja “amorosa”, el de la profesional “entregada”… y uso comillas en esas palabras, por que son para mí simples adjetivos calificativos que solemos usar para darle más valor a algo que en sí mismo ya está dotado de valor: ¡El Ser, Humano!

En éste juego de roles, perdemos un poco la identidad, y en ocasiones, entramos a lo que en psicología se llama “el triángulo dramático” que describe la forma en la que nos relacionarnos, asumiendo 3 roles básicos: Salvador, Víctima y Perseguidor; También conocido como el Triángulo de Karpman. Tres facetas, muy personales, y cambiables según el contexto.

La forma de relacionarnos es reflejo de nuestra personalidad, de nuestra educación, valores y actitudes. Si estamos acostumbrados al drama, seguramente hacernos la víctima antes las actitudes de terceros (siempre y cuando no incluyan violencia, en ninguna de sus expresiones), suele ser un patrón común, personalizar, lastimarnos por sus palabras o expresiones, cuando nosotros no podemos cambiarlas, ni controlarlas. Lo único que podemos controlar son nuestras reacciones y formas de pensar. Evitar la victimización es un buen inicio hacia el cambio.

O al estar en un grupo, escuchar que alguien se refiere mal sobre otra persona (que incluso, puede no estar en el círculo), si la conversación no te es agradable, moverte de lugar o evitar opinar es otra decisión acertada. De esa manera evitarás jugar al Salvador(a). Cuando asumimos éste rol, siempre necesitamos que exista una víctima y un(a) agresor(a), si intervenimos en la ecuación, seguramente le “hecharemos más leña al fuego”; Al agresor le encanta la figura del salvador, porque al primer alegato en busca de buen juicio, el salvador pasará -casi sin darse cuenta- a jugar el papel de víctima.

El agresor suele se una persona poco asertiva, con necesidad de protegerse emocionalmente a través de la palabra y de sus expresiones poco constructivas; juzgar a los demás, minimizar el esfuerzo ajeno, siempre tener una opinión dura sobre la vida y carecer de filtro son algunas de sus características más comunes. Nada de lo que este ser humano exprese es realmente por lo que hiciste o por lo que sos, sino por lo que a ella o él mismo le ha tocado vivir y tiene en su corazón. No lo asumás como tuyo, no le comprés su basura emocional.

Y recuerda, en el tema de relaciones, ¡“nadie da lo que no tiene”!

También te puede interesar

Deja un comentario