Aprendizaje versus Educación

por Lyhelis
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“La mente es como un paracaídas, solo funciona si se abre”

Albert Einstein

 

Hace unas semanas participé de un espacio inspiracional, liderado por Carïcaco y ADEN, quienes estrechaban lazos colaborativos y celebraban con su comunidad emprendedora dar un paso en el crecimiento de la Academia Carïcaco, de la mano de profesionales de talla mundial como ADEN. Fue muy agradable el compartir, después de un arduo día de trabajo vino muy bien el conectar con gente con tu misma vibración y escuchar historias motivacionales de seres humanos comprometidos con cambiar el mundo, un pasito a la vez.

Luego, al final de esa semana, recibí a mi hermana menor, Daniela, quien siempre viene a generarme valor (incluso, sin que ella lo sepa). Entre otras cosas, siempre que coincidimos en el mismo hemisferio del mundo y bajo las mismas coordenadas geográficas, además de compartirnos experiencias, nos compartimos literatura. Las “Torres Bonilla” amamos crecer, soñar y aprender a través de la lectura.

En ésta ocasión, traía consigo el libro “Padre Rico, Padre Pobre”, yo ya había escuchado que era uno de los “Best Seller” del mundo, escrito por Robert Kiyosaki (conocido como el “Maestro” Millonario) con Sharon Lechter (CPA certificada), ambos con la intención de cambiar el concepto genérico sobre la educación en la edad temprana.

Si es tu primera vez leyéndome, debes saber que he invertido mucha energía, tiempo, vida y dinero en estudiar; Me tomé muy en serio esas frases de mis padres en las que me recordaban que su herencia más grande era mi educación, pero que “una vez graduada de la universidad, yo debía hacerme cargo de mi vida”, porque ellos habrían terminado su labor de padres y sus obligaciones para conmigo (o con mis otras 2 hermanas). Al escribirlo, me provoca una risita apenada, porque es la fecha y ellos siguen estando para nosotras, casi de manera incondicional, incluso siendo graduadas, con especialidades y varias experiencias laborales. Bien dicen que nunca se deja de ser padre o madre.

En mi caso, a diferencia de mis hermanas, me fui de casa muy joven; yo soñaba con construir mi hogar y hacerme cargo de mis rollos. Aunque ahora que veo atrás, entiendo porque Peter Pan no quería dejar de ser niño… jajaja Bajo mis circunstancias, me tocaba trabajar para subsistir, y como crecí con la educación regular del colegio en el que se nos decía que a los mejores alumnos les iba mejor en el campo laboral, yo me esmeré por ser una de las mejores alumnas de mi generación en la universidad, obteniendo mención de honor “Suma Cum Laude” al recibir mi título de Licenciada en Derecho con especialidad en Economía (uno de los varios que vendrían después).

Al año de independizarme de mis padres, mi esposo y yo, (siendo aún estudiantes) quedamos sin empleo… y créanme si les digo que ambos éramos brillantes, muy educados e inteligentes, pero eso no valió de mucho cuando su proyecto de gobierno electrónico quedó sin presupuesto y la firma legal en la que yo trabajaba decidió cerrar. Bien diría Rubén Blades: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios”.

Y en ese momento, entre incursionar en la venta en mercados masivos del huevo, continuar mis estudios de 4to año de la universidad (más sus 2 carreras en ese momento), y sin dejar atrás la carga económica y emocional que te genera el título de “casados”. Creo que el valor afloró en nosotros y logramos superar las circunstancias, a punta de suspiros (y muchos huevos).

Sin embargo, y muy a pesar de haber sido buenos alumnos, no salían los buenos trabajos. Hasta que en la mera necesidad, decidí tomar un trabajo de asistente de proyecto, que me colocaría, unos años después, en un lugar más privilegiado en el mundo de las consultorías y la coordinación de proyectos. Que conste, nadie me preparó para esos cargos, no estudié sobre eso en la universidad, nadie me enseñó a ser asertiva, visionaria, empática, ni líder; en serio, ahora que lo pienso, fue mi sentido de pertenencia el que me llevó a dar más de lo que me pedían y anhelar cumplir las metas para las que trabajaba con eficiencia, realmente me apasionaba mi trabajo.

Luego de unos años, decidí que si quería escalar, debía dejar esa zona segura y me dispuse a conocer otros mercados laborales, nuevas tendencias en temas de comunicación e involucrarme en nuevas causas. Aunque en la sociedad en la que me desarrollaba, empezó a tener peso que tuviera 27 años y solo contara con una licenciatura, una especialidad y un postgrado en formulación y gerencia de proyectos. Entonces, como por arte de magia, aplico a un préstamo estudiantil, y con una gran deuda, empiezo a estudiar el Máster en Administración de Empresas con énfasis en Marketing Avanzado.

Yo sentía, que al igual que el derecho, tener conocimientos en administración me iba a catapultar a lo alto profesionalmente. Pensaba que iba a cumplir el sueño estándar de juventud (inculcado por mi entorno) lograr: una maestría, un excelente puesto (acorde al estudio que sacaste), la compra de mi casa, el marido, los hijos, la plenitud y felicidad hecha carne. Sin embargo, nada iba según mi entorno lo decretaba, en serio –absolutamente nada-, habían fuerzas más grandes (quizás mis propios sueños), que me llevaban por otras veredas, un poco más espinosas.

Luego de esa odisea, me gano la primera beca para estudiar mi segundo máster, esta vez, sobre algo completamente nuevo, por lo que lo visualicé como mi momento de “especializarme”, ganando la participación en el programa financiado por el Reino de los Países Bajos para cursar el Master en Responsabilidad Social con enfoque en Derechos Humanos. Para que 2 meses después de graduarme como “doble máster titulada”, volviera a ganarme una beca para el Programa Ejecutivo para Centroamérica de “Mendoza College of Business”, de “Notre Dame University”, en Estados Unidos. Otro gran triunfo en mi educación.

Les cuento esto, lejos de presumir, porque la verdad es que con casi 35 años, logro darme cuenta que los títulos ganados no me definen como ser humano y que hay más en el mundo esperando por que uno tome consciencia y conecte con su propósito de vida. Y ésta etapa, es a la que llamo “aprendizaje”. Puedo afirmar que cuando me gradué del MBA, obtuve mi peor promedio final: 85.5%, versus 95.5% en la U, 94.5% en el Master de RS;  Es que cuando tuve el título del MBA en mi mano, un 30 de Enero, entendí que me estaba graduando de mi etapa más difícil de vida, y que lo había hecho con poca paciencia personal y mucha dignidad.

El libro que les menciono, el cual les recomiendo, ha despertado en mí una gran curiosidad. Si yo hubiera crecido y mi educación hubiera tenido menos “no”, menos miedos, si me hubieran enseñado a tener respeto, pero no apego por el dinero, bajo la constante preocupación de ¿Cómo llegaremos a final de mes?, ¿Será que si mi realidad hubiera sido diferente? Tendría un negocio, con grandes capitales en inversión, sin necesidad de haber dedicado tanto tiempo en estudiar y especializarme, dedicándome a aprender de otros conceptos y mundos. ¡Bien, honestamente no lo sé, los “hubieran” no existen!

Que me alegro de mis experiencias de vida, sí, que considero pudieron haber sido menos complejas, sí. Todo varía en dependencia de las decisiones que tomas, incluso aquellas en la que la influencia de 3ros ejerce muchísima presión. Es uno quien define su norte y lo que atrae a su vida.

Quizás deba pedirte, querido(a) lector(a), que si estas iniciando tu vida, estas aun en tus 20´s:

  1. No titubees tanto en lo que anhelas, cree en tus sueños y anda por ellos.
  2. Olvídate del “deber ser”, todo lo que importa es lo que “quieres ser”.
  3. Aplica en todo la filosofía de vida, llamada KISS: “Keep It Simple, Stuped”.

Yo a esa edad no lo tenía claro, porque estaba empeñada en ser la “mejor” dentro del esquema social, al final, eso no me hacía plenamente feliz. Y a mis 27, luego de muchos cierres, me tocó reinventarme… y empezar sola y de cero, una nueva vida. Sin que un título superior haga el proceso más fácil.

Al final, el aprendizaje de vida que he tenido lo he pagado incluso con intereses más altos que la tasa del 9% variable aplicada por la institución financiera con la que obtuve el préstamo estudiantil con el que pagué mi MBA. La vida trae consigo muchos golpes, mientras no estemos claro de lo que deseamos. Como me hubiera gustado que alguien despertara en mí el sentimiento de agrado por las finanzas, los números y las inversiones. Hoy por hoy, estoy inmersa en un mundo en el que nunca creí que podía conocer, pero más feliz que en cualquier otro momento de mi vida.

No voy a responder a la incógnita del título, pues no hay una fórmula mágica, ni perfecta. Solo déjeme sumarle valor a tu vida, con un par de consejos más a la lista:

  1. Los cursos técnicos son una gran inversión de vida, a bajos costos.
  2. Trabaje por aprender, como en sus primeros años de universidad, no lo haga por dinero. Porque el día que el desempleo toque a su puerta, la desmotivación y la falta de ingresos no van a ayudarle mucho.
  3. La educación formal no siempre le dará las recompensas que le han prometido en el sistema en el que ha crecido, conozco más casos de éxitos de emprendedores empíricos, que de empresarios estudiados.
  4. Escuche su intuición, préstele atención a su voz interior, porque si algo no le hace “clic”, es probable que sea mejor no insistir.
  5. Y, por favor, alimente su creatividad y compromiso por alguna causa generadora de impacto positivo en el mundo, será el mejor regalo que puede darse en la vida.

 Aprender trae consigo retos y no siempre sale gratis, pero su compromiso hará que valga la pena.

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1 comentario

Dawn septiembre 4, 2019 - 12:32 pm

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