P
asé años de mi vida como asalariada, con un sueldo fijo, con relativa estabilidad económica y acceso a los beneficios que esta condición laboral me permitía tener. Después de cumplir 30 años, me empezó a dar el síndrome de la independencia empresarial, por lo que ante un proceso de cambios que vivía en ese momento, visualicé la oportunidad de emprender.
Contaba con todo: la visión de negocio, la proyección social, una red de apoyo con la que hacía magia, un mercado virgen y sediento de nuevas formas de hacer negocio, así como la pasión, las competencias profesionales y las habilidades personales necesarias para convertirme en una líder en mi propia empresa. Así fue como nació Vida Socialmente Responsable, la firma consultora por medio de la cual creamos y brindamos el acompañamiento necesario para el desarrollo de estrategias de responsabilidad social, orientadas hacia la sostenibilidad de la actividad comercial, de la mano de un propósito mayor al solo hecho de “producir dinero”.
Dentro del portafolio de servicios contamos con el desarrollo de habilidades blandas y la formación de agentes de cambio organizacional, desde el modelo de negocio socialmente responsable facilitado por la norma internacional ISO 26000, así como los ejes y principios del Pacto Global, y el reconocimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde la perspectiva y la realidad del ser humano. Es decir, apostamos al concepto innovador de la “Responsabilidad Social Individual”.
Que conste, nunca tuve la idea de emprender para “dejar de hacerle la bolsa a otros”, en realidad el dinero no fue mi principal motivador; siempre me sentí a gusto en los espacios de trabajo donde me desarrollé antes de lanzarme a este maravilloso mundo. “Pero”, -siempre hay un pero en la ecuación-, yo usualmente llevaba un ritmo más rápido que el de las organizaciones en las que estaba, y eso no siempre es agradable; tenía muchas ideas y, sin importar cuan buenas fueran, siempre habían otros intereses entorno al núcleo del giro de negocio. Mi último puesto como gerente de responsabilidad social y de comunicación corporativa, me abrió la mente y me visualicé “capaz de liderar cualquier idea de negocio que me propusiera”, siempre y cuando generara valor agregado a mi entorno y estimulara la pasión en mí. Y véanme aquí.
Les cuento todo esto, porque a como yo, ustedes también tienen una historia tras cada uno de sus emprendimientos. Soy fiel creyente que los emprendedores somos “storytellers”, es decir, siempre tenemos una historia que compartir, con un toque de improvisación y entusiasmo natural, pues contamos historias de vida, momentos que han calado en nuestro ADN, situaciones y decisiones que, sin querer queriendo, nos han definido y puesto en donde estamos el día de hoy.
Hace menos de un año, la Organización de Naciones Unidas (ONU), reconociendo la importancia de las mipymes en el desarrollo sostenible de la sociedad y su aporte sustancial a la economía del país, declara el 27 de junio como el Día Internacional de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa, luego de leer reportajes internacionales al respecto, no dejo de pensar en todos y todas las que soñando con generar valor con nuestra iniciativa, nos encontramos hoy en la triste situación de tener que cerrar las puertas de nuestras plataformas empresariales.
Estas últimas semanas, he visto cómo mipymes publican en sus sitios web y sus redes sociales que “ante la situación que vivimos en el país, con tristeza y lamentando la decisión, se ven ante la necesidad de cerrar sus puertas temporalmente, retomando sus negocios al momento que la crisis política deje de acechar a Nicaragua”. O emprendedores que cuentan su historia y complementan en la parte final de sus textos: “con tristeza nos despedimos, pero seguiremos creyendo en Nicaragua, esto pasará y nosotros volveremos a brillar”.
Pueden imaginarse la tristeza que me produce ver a homólogos y homólogas tomar este tipo de decisiones, y es que las circunstancias nos empujan a visualizar otras fuentes de ingreso. En mi caso, estoy apostando por abrirme y posicionarme en el mercado centroamericano, no ha sido sencillo, lloro a diario, dudo todo el tiempo, me siento, respiro y vuelvo a retomar la idea de crecimiento y expansión.
Lo que vivimos los y las emprendedoras, no solo es el desencanto social, como humanos la exposición al miedo y la inseguridad, la incertidumbre. Y les digo, con honestidad, yo no tengo hijos(as), ni nadie que dependa directamente de mí, mi admiración para quienes velan por una familia, por un hogar que necesita de su sustento.
Ánimos queridos colegas, mantengo la certera esperanza de que pronto veremos la luz y nacerá como el ave fénix, una Nicaragua reinventada, llena de vigor y gloria, donde las y los emprendedores tendremos la oportunidad de levantar al país y vivir el proceso de reconstrucción socio, político y cultural que necesitamos.
¡Yo sigo creyendo en nosotros, como fuerza intelecto-laboral, como humanos con propósitos y visión a futuro, sigo creyendo en la noble labor de emprender!
2 comentarios
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