Soltar también es un acto de amor

por Lyhelis
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Q

ué complicado resulta cuando uno está enamorado y siente que ya ha pasado tanto con esa persona, que lo han intentado de tantas maneras y que al final, siempre hay vacíos en la relación. De ambas partes, sin tener uno más responsabilidad que el otro. Nótese que utilizo la palabra “responsabilidad” y no culpa, como usualmente nos sentimos cuando nos equivocamos.

Cómo duele sentir que amas a alguien, pero que te lo encontraste en etapas muy diferentes de vida, en procesos de crecimiento distintos, en realidades paralelas. Y sé que hay quienes pensarán que la vida es así, que lo seres humanos somos diferentes por naturaleza, mucho más cuando la relación es entre un hombre y una mujer, porque el género, la moral, la cultura, la educación y la sociedad nos etiqueta diferente a las “niñas” y a los “niños”.

¿Qué tal cuando nos encontramos en la vida a alguien que está mucho más maduro que nosotras y sentimos que hay un montón de cosas en las que no cliqueamos con ella o con él? Es realmente frustrante! Pero no abrís los ojos, hasta que estás hasta el copete, con aquella mezcla de sentimientos apretándote el pecho o provocándote dolores de estómago… y ahí queridos amigos y amigas lectoras es cuando hay que ponerle mente al asunto. ¿Debemos “soltar” ese amor que nos provoca dolor? ¿Debemos terminar esa relación con un tercero para conservar nuestra paz interior?

A ver, yo pienso que las relaciones de pareja están para sumar a tu vida personal, para construir una relación basada en el respeto, en la complicidad, en la entrega; creciendo en armonía, de la mano, con aceptación de quienes somos y de los cambios que ambos viviremos mientras estemos juntos. Pero cuando el perfeccionismo ataca, la visión de salvador nos empuja hasta inconscientemente a dar respuestas a todo para prevenir malos momentos o cuando el rol de víctima es el que lidera nuestra actitud, ahí si dudo que haya algún remedio milagroso, pues esas características personales solo hieren (a la pareja y a una misma), no edifican, no suman y son realmente desgastantes.

Pero qué les parece que yo les diga que así como los seres humanos tenemos edades y etapas de vida como la Juventud, la Adultez y la Madurez, así las relaciones de pareja tienen etapas y viven ciclos. ¿Has escuchado alguna vez la teoría de los 7 años o de los 15 años en una relación? Les llaman las “pruebas de fuego”. Para mí gráficamente es así:

Y qué pasa si al iniciar la relación de pareja, (sea el concepto de “pareja” que deseen tener), ambos están enamorados, hay un efecto químico que les apasiona y empuja a querer estar siempre juntos. Usualmente, en ese estadio de la relación ambos estarán en etapa de juventud: probándolo todo, abiertos a la aventura, muy disponibles y accesibles para acomodar los tiempos. Sin importar la edad que tengan, si hay atracción, habrá pasión y enamoramiento.

Sin embargo, cuando estás en la etapa de la Adultez, (en edad cronológica, solo por referencia, voy a decir que hablaremos de los ´30´s en adelante. Hay quienes en ésta edad se autodenominan: “jóvenes adultos”) y empezás una relación con alguien que tiene experiencias o una inteligencia emocional de menos de 30, incluso teniendo más de 40 años cronológicamente, luego del enamoramiento y cuando empiezas a surgir los temas de diario, las conversaciones sobre la vida cotidiana: trabajo, casa, necesidades económicas, relaciones familiares, entre otros detallitos personales que tornan gris el escenario apasionado de los primeros meses de la relación, ahí empiezan los problemas.

Y lo mismo pasa si hablamos de una relación en la que uno está en etapa de Juventud y el otro en la etapa de Adultez, es más complejo el hecho de llegar juntos en una relación sana y amorosa hasta la etapa de la Madurez.

Pero estos escenarios son fáciles de identificar, solo que los seres humanos tendemos a crearnos ilusiones en nuestra mente; ilusiones que generan emociones, nos provocan suspiros, sonrisas y hasta sonrojamiento de solo pensarlo. Y cuando nos encontramos con alguien en la calle que provoque “algo similar” a lo que ya hemos sentido, rápidamente le compramos las ideas y lo hacemos parte de nuestras ilusiones, sin darnos el tiempo suficiente para conocerle y saber si están en ese momento ideal para compartir juntos.

Solo sé una cosa, mientras menos amor propio tengamos, mientras menos nos conozcamos, mientras más ilusiones tengamos y mientras sigamos creyendo que el otro es el responsable de nuestra felicidad… seguiremos creyendo en la ilusión mental, en los castillos en el aire que hemos construido, pero seguiremos sin tener nada para dar, por ende, saldremos al mundo a literalmente “sufrir por amor”.

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