¿Me independizo? o ¡aún no!

por Lyhelis
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Q

ué miedo me daba pensar en dejar la casa de mis padres, toda mi adolescencia pasé deseando ser “independiente”, es decir, tener un trabajo, una cuenta de ahorros con mucho dinero, un auto, una casa, estar “bien” casada (el bien representa estar en una relación sana y amorosa), con hijos(as), tener un máster y mucho éxito profesional. Eso para mí, hace 18 años atrás, representaba ser “independiente”.

Véase bien por favor, reléa si es necesario el primer párrafo, encontró Usted por algún lado la independencia mental, emocional o sentimental… jajaja… ¡si la encuentra, me avisa! Yo en ese entonces, no conocía de estos hermosos conceptos que han formado un mejor estilo de vida, lo cual puede hacerle pensar que las decisiones no fueran las más acertadas y que me salté varias etapas en el proceso de crecimiento, que he tenido que ir solventando en mi etapa de “joven adulta”.

Mi independencia física se dio a las 19 años, porque me había enamorado por primera vez de un hombre que creía en mí más que yo misma, que me miraba con luz, cuando ni yo me conocía; la apuesta no fue sencilla y pasé del sobaco de mis padres, al de mi suegra en ese momento, agradeciendo que era una mujer muy comprensiva y que me recibió en su hogar con amor, como a una hija más, si no, la cosa se hubiera puesto más complicada de lo que ya era.

Vale comentar que yo era la típica hijita de mamá y papá, la mayor de 3 hermanas, la que “debía dar el ejemplo”, la niña “perfecta” –llena de imperfecciones-, la que deseaba quedar y caerle bien a todo el mundo, la que sentía que lo merecía todo, solo porque sí. La que obviamente al salir de casa sufrió a mares y se chocó con una realidad un poco más morada que rosa. De esa experiencia aprendí lo que te voy a compartir ahorita.

Si estas pensando en mudarte y empezar a vivir sola(o), tomá en cuenta estos 5 puntitos:

1.    Sentate con calma y pensá la calidad de vida que querés tener, usualmente cuando salimos de donde nuestros padres dejamos atrás muchas comodidades, elegí lo que para vos sería un “mínimo negociable” en tu estilo de vida y enumeralo.

2.    Luego ponele un precio a esos “mínimos negociables”, es decir, apartamento (solo o compartido), comida, transporte, estudios, internet, etcétera. O sea, hacete un presupuesto para tener claro lo que vas a necesitar cubrir.

3.    Ahorrá lo suficiente, hasta que tengas al menos 6 meses de ese presupuesto que contemplaste, porque vos no sabés lo que te puede pasar en el primer año de independencia. (En mi caso, al año, me quedé sin trabajo y al mes, mi pareja también se quedó sin trabajo, así que tocó duro).

4.    Empezá a prepararte mental y psicológicamente, podés llamarme loca, pero la mente nos juega sucio cuando nos mudamos del nidito hacia lo desconocido. Invertí en ayuda psicológica, leé al respecto, conversá con quienes ya lo han vivido.

5.    Decidilo por vos misma(o), no por un tercero, ni por una relación, es lindo mudarse y convivir con alguien a quien uno ama, pero vale la alegría vivir de esa experiencia la primera vez, solo o sola, con vos mismo(a). Es de esas experiencias valiosas en la vida.

Debemos empezar a independizarnos en nuestras cabezas, luego en nuestros sentimientos y después reflejarlo en nuestras acciones. Y pensar que es mejor “preparar que reparar”.

 

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