¡Ser coherente es un arte!

por Lyhelis
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ntes de empezar a escribir, incluso, mucho antes de pensar en tener un espacio como columnista en un diario de circulación internacional, siempre me cuestionaba esto de aconsejar o aleccionar a los demás, es que me ha parecido un acto altamente arriesgado, porque no siempre nuestras opiniones son lo que los demás necesitan. Hoy por hoy, soy más del pensar que muy dentro de todos los seres humanos, hay una vocecita que nos dice que es lo que deberíamos hacer en pro de nuestro bienestar personal. Solo que no siempre queremos escucharle.

Llevo varios meses, en los que antes de escribir algo, mi consciencia no me deja pasar nada sin antes pasarlo por el filtro de la coherencia, es decir, si hablo de amor propio, pues siento una gran necesidad de amarme a mí misma primero, si escribo sobre planificar, visualizar, soñar, pues en primer lugar debo haberlos implementado en mi vida o tener en realidad una experiencia qué compartirles. Eso le da sentido e intencionalidad al escribir.

Y es que la coherencia es un valor que quisiera seguir viviendo, es lo que le da lógica, igual de importante que el sentido común; al final, esto hace que mantenga mi profesión, sin chocar con mi estilo de vida. Es todo un reto, nadie dijo que ser coherente era fácil, pero vale la pena.

La coherencia es como la consciencia, mucho hablamos de ella, la usamos en hagtags citándola en redes sociales, pero cuando nos habla, en esos momentos de silencio personal, de interiorización, de pronto es muy real, muy cruda y nos deja ir el golpe de la verdad, directamente a la frente, como para que reaccionemos.

Mantenerte en equilibrio es una obra de arte, pienso lo mismo de la coherencia; Hace nos días una de mis amigas más cercana me comentó sobre un video que vio en facebook sobre Gandhi, la historia iba algo así: “Una mujer tenía a su hijo y le insistía que dejara de consumir azúcar, que era mala para su salud, pero por más que se lo decía, el niño no dejaba de consumirla. Ella decidió llevarlo a ver a Gandhi y en una de sus intervenciones le pidió que le dijera a su hijo que suspendiera el consumo; Gandhi le dijo que no podía hacer eso, pero que regresara en un mes con el niño, por favor; ella se enojó mucho, pero con fe ciega, volvió al mes donde el gurú. En ese momento compartieron una tasa de te y él pudo decirle a la criatura que dejara de consumir azúcar, que no le iba a hacer falta, que era lo mejor para su salud. Al final, la admiradora le pregunta a Gandhi que para qué le hizo esperar un mes, él humilde le respondió: “en aquel momento aún consumía azúcar, necesitaba dejarla para poder ayudarle”. ¿Coherente, no?

A ver, y me atrevo a consultarte: ¿Haz pensado cuantas veces regañas a tus hijos(as) para que dejen de gritar? Y les corregís subiendo la vos. ¿Cuántas veces le has aconsejado a un amigo que le baje a la bebida? Y usualmente te excedés en el consumo. O en esos casos en los que deseas motivar a tus colaboradores, pero vos llegás con la carota a la oficina. Y es que vemos la incoherencia sin sorprendernos, por ejemplo: tenemos la responsabilidad de conducir un automóvil, poniendo toda nuestra atención, pero tomamos nuestro celular para chequear el mensaje que acaba de entrar. Debemos tomar el tratamiento que se nos asignó para mejorar nuestra salud, pero se nos olvida, no lo seguimos, así ¿Cómo sanamos? ¿Cómo somos coherentes sobre lo que queremos y como actuamos?

Siento que vivimos disasociados, pensamos una cosa (misma que alimentamos constantemente), pero sentimos otra, queremos una diferente a la que pensamos y sentimos, y lo peor terminamos diciendo una muy alejada de las demás. Es algo así como: ya no quiero estar con él, pero siento que le amo y deseo que me busque; o como me miraría divina con unas cuantas libras menos, pero no respetamos nuestros tiempos de comida y llegamos con las completas al almuerzo, muriendo de hambre, por lo que comemos cualquier cosa para llenarnos, no para alimentarnos, por ende, no aportamos a la causa de ese deseo personal de perder un par de libritas.

Desde mi punto de vista, una buena forma de sanarnos, en cuerpo, alma y espíritu, es siendo un poco más coherentes con lo que deseamos, sentimos, pensamos, actuamos y amamos. Yo lo intento todos los días, la idea es mantener claro el objetivo, a pesar de caer en ocasiones en ciertas incoherencias. Pensemos que la coherencia viene de la mano del ejemplo. ¡Cualquier día es bueno para empezar!

 

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