Para emprender, debemos aprender

por Lyhelis
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ace un par de meses iniciaba una conferencia llamada: “Emprendiendo con Conciencia Social”, era un auditorio con más de 200 creativos e innovadores emprempresarios(as), en su mayoría mujeres, pero con buena presencia masculina en el salón. Mucha pasión e ímpetu bajo el mismo techo. Empecé la conferencia presentándome y afirmándoles que desde mi experiencia para emprender, debíamos indiscutiblemente, vivir un proceso de aprendizaje. Es decir, resetearnos el cerebro o cambiarnos el chip, para desaprender y reaprender, de acuerdo a nuestros anhelos y necesidades.

Estaba previsto que durara 45 minutos, sin embargo, se extendió a 1 hora y 45 minutos. Hubo mucho compartir de experiencias, muchas preguntas, anécdotas personales, súper casuistico, para mí significó una retroalimentación increíble. Los seres humanos somos tan únicos y excepcionales que las experiencias tendrán un enfoque diferente, de acuerdo a la percepción individual que se le asigne a dicha situación.

Y aquí es donde resulta vital, APRENDER, aprender a desprendernos de los miedos, aprender a soltar el pasado, apender a gestionar nuestras emociones, aprender a tratar con otros seres humanos, aprender a respetar, aprender a administrar eficientemente los recursos con los que contamos, aprender a negociar, aprender a llevar con balance los controles necesarios de acuerdo a la naturaleza de nuestro negocio, aprender a estimularnos a motivarnos, aprender a leer a nuestros clientes, aprender a escuchar, aprender a comunicarnos, aprender a asimilar con acertividad nuestras emociones, aprender a emitir opiniones constructivas, aprender a ser solidarios, aprender a querer, aprender a aceptar; Y por qué no, incluso, aprender a aprender.

Que el emprender de cero una idea requiere de un proceso creativo e investigativo, de pedir ayuda a quien sabe, de leer más de lo que estamos acostumbrados, de crear una reserva de ánimos para que sean nuestro rescate esos días en los que ni toparnos con un guardabarranco en la rama de un árbol nos saca una sonrisa o una mirada de ternura. Aprender no solo a decir que no, sino también a aceptar con positivismo cada vez que nos dicen que no, porque la propuesta no se ajusta al presupuesto del cliente.

El aprendizaje debe ser constante, de todos los días, sin desesperar. Y sé que escribirlo y leerlo acá puede resultar bien fácil, pero llevárlo a la práctica puede resultarnos durísimo, porque las cuentas no esperan y entre eso y el acelere del diario vivir, resulta que el tiempo pasa y nosotros seguimos enfocados en “aprender”, con ganas de querer hacerlo mejor.

Recordemos que la vida es de disfrutar el proceso, de admirar el paisaje, de gozar el camino; que cuando hayan cosas que salen de nuestro control, pues tocará soltarlas y agradecer, para dejar espacio a las nuevas oportunidades que ya vienen en formación.

Y es que aprender puede tomarnos unas horas, unos días, un par de meses e incluso toda la vida; como dice Jorge Drexler, en una de mis canciones favoritas, “todo se transforma”, somos seres de cambios, en busca de vidas de trascendencia, con propósitos (aunque aún no tengamos respuesta a los por qué). Quizás podamos aprender a cerrar los ojos, tener un minuto de silencio en honor a esas respuestas pendientes, dejar que nuestra conciencia se despierte y nos brinde un panorama mas claro que el de ayer, más aterrizado que el de hoy, mas real que el de mañana.

Abramos la mente, aprendamos a desaprender, emprendamos con más seguridad y llenos de humildad.

 

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