Tu valía personal

por Lyhelis
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stos temas son algo sensibles y pueden prestarse a malas interpretaciones, sin embargo, si estás leyendo este artículo debes estar clara(o) que aquí no trataremos sobre un valor monetario, sino sobre la valía que tenés por el hecho de ser “humano”; que por el hecho de existir gozas de los mismos derechos y obligaciones inalienable a tu propia naturaleza. Que tu valor personal no es meramente económico, ni depende de tu título en el trabajo, ni de los grados académicos que has logrado, ni de las cuentas de banco que tengas, ni siquiera tiene que ver con tu físico o tu apariencia.

En realidad, la valía personal, radica en el amor propio, en la forma en la que vos reconocés tu naturaleza humana y en la que asumís tu cuido y atención, acorde a tus necesidades y anhelos. Y es que el valor nos lo asignamos nosotros mismos, por eso empecé el artículo escribiendo: “Estos temas son algo sensibles y pueden prestarse a malas interpretaciones”, porque son muy subjetivos, dependerá de tu percepción personal, la opinión que tengas sobre cuanto valor tenés. Lo cual no está mal, mientras no te valorés por la opinión del público o la aceptación de terceros; pues en ocasiones eso solo sirve para desvalorizarnos.

No podemos asignarnos un monto, como cuando presentamos una oferta técnica por nuestros servicios profesionales, sabés que tu cliente obtendrá al contratarte un producto específico, más todo el valor agregado que podés brindarle por tu trayectoria, expertís, experiencia profesional, posicionamiento social, conocimiento técnico, la metodología y tu propia personalidad. Sin embargo, al hablar de valía personal desde el punto de vista de construir una vida socialmente responsable, me parece acertado recordarnos (incluyéndome) que ese “monto” solo podremos definirlo nosotros mismos y deberá ser coherente con la forma en la que te tratás a vos y a tu entorno, pues de lo contrario el único engañado será tu ser.

Cuando decidí emprender, tenía una cantidad de dudas personales, además de las preguntas normales que surgen cuando uno quiere tomar ciertos riesgos, sin deseos de apostarse la vida en ello. Y conversando hace poco con mi terapeuta, le expresaba con sorpresa todo lo que hemos logrado, hasta dónde se ha llegado con éste proyecto que inició con dudas y cuestionamientos. Y le expresaba: ¿Cómo pude dudar de mis capacidades? Y concluímos que esos son momentos de debilidad, normales e inclusos sanos, para poner en práctica la actitud acertiva, el liderazgo visionario y el propósito con una firme intención de generar valor agregado al entorno.

La próxima vez que necesités tomar decisiones, recordá tu valía, tu poder, tu amor propio. Pero ojo, para que eso tenga sentido necesitas tener balance, porque de pronto el amor propio deja de ser “tan amor” y “tan propio”, y se convierte en algo más parecido al ego, porque no logras llenar esos vacíos emocionales o sentimentales que te bloquéan para reconocer tu valor.

Tomate unos segundos al día, vete al espejo y decite lo mucho que te amás, lo mucho que merecés estar en paz, lo valiosa(o) que sos por simplemente por “ser”; si al inicio no sale, no importa, seguí tratando, practicalo, esto es como entrenar uno de tus músculos corporales, el cerebro es un músculo también y necesita que le recordemos que merecemos respeto y mucho amor propio.

Hay una frase anónima que me gusta mucho “ser, más que tener”, esa es la apuesta personal, nuestro más grande reto humano.

 

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